El objetivo de este artículo será analizar el papel de la espada en Roma y dentro del ejército romano a lo largo de su prolongada historia, lo que nos permitirá vislumbrar diferentes usos tácticos según el periodo, así como su mayor o menor importancia dentro del equipamiento legionario de cada momento. Tal y como se verá en los siguientes párrafos, el protagonismo de la espada dentro de la panoplia del legionario romano variará según época y contexto militar. Conviene también aclarar que bajo los estandartes romano combatieron unidades muy heterogéneas y con armas de todo tipo y, dado que resulta imposible analizarlas todas ellas al detalle, nos centraremos en la espada utilizada por la infantería pesada romana arquetípica: el legionario propiamente dicho.

Aunque pueda parecer algo obvio, para hablar de la evolución de la espada en la antigua Roma debemos comprender que nos enfrentamos a un periodo de tiempo muy prolongado y, por tanto, en constante evolución y cambio. Este detalle, a priori baladí, nos permite constatar que la espada, al igual que cualquier otra arma u objeto, no tuvo una evolución lineal sino que se vio sometida a diferentes idas y venidas a lo largo de las diferentes fases de la civilización romana: monarquía, república y finalmente imperio.

 

De bandas de guerreros a falanges de hoplitas: la espada durante la Monarquía romana

Comenzaremos por la fase de la Monarquía, aproximadamente entre los siglos VIII-VI a.C. (aunque con fechas muy discutidas). Durante este periodo el ejército romano tenía un carácter censitario, es decir, estaba formado por ciudadanos que contribuían a la milicia según sus posibilidades económicas. Al principio, el ejército romano primigenio combatiría con armas de tradición lacial y villanoviana (Quesada, 2008; 214), con panoplias conformadas por cascos de bronce o cuero, escudos de madera (excepcionalmente de bronce), pectorales, espadas corta o puñales y por último lanzas empuñadas (González Román, 2000; 40).

 

espada corta cultura villanoviana

Espada corta de la cultura villanoviana. Siglo VIII a.C. Museo Arqueológico Nacional (Florencia). Imagen:  Dorieo, Wikimedia Commons

 

Probablemente fue durante la primera mitad del siglo VI a.C cuando se introdujo entre las clases romanas más pudientes el armamento del hoplita griego: escudo redondo, coraza, casco, espada corta (xiphos) y como principal arma ofensiva una lanza (dory).  Este equipamiento permitía crear una infantería pesada cuyo máxima efectividad se alcanzaría dentro de la falange, esto es,  una compacta formación de guerreros bien protegidos y que avanzaban hacia el enemigo ofreciendo un temible muro de lanzas.

 

 Acteon blande una espada corta (xyfos) para intentar defenderse del ataque de sus perros en una cerámica italiana de influencia griega. Metaponto (390-380 a.C.). Imagen: Dolon Painter – Jastrow (2007), Wikimedia Commons.

 

Las reformas de Servio Tulio

Según Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso, la introducción de la panoplia hoplítica se produciría durante el reinado de Servio Tulio (578-534 a.C. aproximadamente), quien impulsó una importante reforma del ejército romano al dividir a los ciudadanos en cinco clases en razón a su riqueza, contribuyendo al ejército según los recursos económicos de cada ciudadano. Así, según Livio, la primera clase aportaría jinetes aristocrácticos y hoplitas, armados de casco (galea) , escudo redondo (clipeum), grebas (ocreae) y coraza (lorica), además de lanza (hasta) y espada (gladius). La segunda clase portaría las mismas armas salvo la lorica, sustituyendo el escudo circular por uno alargado (scutum); lo mismo ocurría con la tercera clase, aunque ésta carecería de grebas. La cuarta clase por su parte combatiría con lanza y venablo, mientras que los de la quinta únicamente portaban hondas y proyectiles de piedra (Sierra Estornés, 2012; 486). Aunque esta clasificación es cuestionada por algunos historiadores, lo cierto es que desde el siglo VI a.C. el ejército romano se configuró en tres línea de batalla compuestas por infantería de choque, ocupando la vanguardia los legionarios mejor armados, es decir, al modo hoplita. Este contingente principal contaría con el apoyo de infantería ligera armada con hondas y jabalinas, así como de un reducido contingenten de jinetes aristocráticos. Tal y como hemos referido anteriormente, el combate del hoplita se concibe como una masa compacta de guerreros cuya principal arma ofensiva son sus lanzas, de lo que resulta fácil deducir que la espada estaba presente dentro de la panoplia guerrera pero de forma secundaria. Al igual que otros pueblos mediterráneos como galos, iberos, celtíberos o los propios griegos, el peso ofensivo de la batalla recaía básicamente en la lanza, recurriéndose únicamente a la espada en situaciones críticas en las que dicha lanza se partía o perdía durante la refriega (Quesada, 2014; 127 y 214-215).

 

Hastati, principes y triarii: la reforma del ejército romano

El ejército producido por la reforma serviana seguiría en constante evolución durante la República hasta que, desde al menos finales del siglo IV a.C., el combate en forma de apretada falange de hoplitas que avanzaba erizada de lanzas había sido sustituida por un nuevo sistema que organizaba a las tropas en función de su edad y experiencia en vez de por su posición económica  y equipo. Al mismo tiempo, y aunque aún no se ha logrado verificar de forma fidedigna el momento preciso en que se produjo, el equipamiento del infante pesado romano había sustituido la panoplia hoplítica por el scutum oval y el pilum arrojadizo. Será Polibio quien nos informe sobre la organización del ejército romano ya en el siglo II a.C., permitiéndonos constatar una nueva etapa en el uso de la espada. El núcleo principal de la legión seguiría correspondiendo a una infantería de choque dispuesta en tres líneas sucesivas: hastati, principes y por último los veteranos triarii, todos ellos apoyados por infantería ligera (velites) y jinetes. El combate comenzaría con la infantería ligera acosando a distancia al enemigo con proyectiles de todo tipo, hasta que llegase el momento en que la infantería de línea entrase en acción. Las dos primeras líneas de ésta, (hastati y principes, respectivamente), combatirían arrojando una salva inicial de jabalinas pesadas sobre el enemigo para, seguidamente, utilizar sus espadas (gladius) en el consiguiente cuerpo a cuerpo. Aún restaba una reserva en la retaguardia de la legión compuesta por los veteranos triarii, quienes seguirían luchando con escudo y lanza pesada no arrojadiza en lo que parece una clara reminiscencia al combate hoplítico pretérito, incluyendo una espada como elemento ofensivo secundario. Vemos por tanto como dos terceras partes de la fuerza de choque de una legión había sustituido como arma ofensiva principal la lanza empuñada por el tándem compuesto por gladius y jabalinas pesadas. También portarían espada la ya aludida infantería ligera romana, aunque en su caso seguiría siendo un arma para situaciones críticas como verse envueltos en una lucha cuerpo a cuerpo para la que no estaban debidamente equipados o, quizá, para perseguir al enemigo en desbandada. Cabe señalar que en torno a la Segunda Guerra Púnica, entre 218-202 a.C.,  los romanos habrían abandonado su vieja espada corta por una más larga de origen hispano, el famoso gladius hispaniensis, capaz de lanzar ataques tanto punzantes como tajantes (ibidem, 2014; 216-238 y 1997; 47-48).

 

Tal y como hemos ido viendo, el papel de la espada dentro de la legión romana ha ido variando según el contexto militar del momento durante la Monarquía y buena parte de la República. La variación del planteamiento táctico romano supondrá dotar de un nuevo rol a la espada dentro de las armas empleadas por la legión en combate: de la infantería hoplítica que arremete contra el enemigo en una formación cerrada con lanza y escudo redondo, típica del mundo griego, se evolucionó hacia un modo de combate característico del área central y occidental del Mediterráneo: salvas masivas de pilum para ablandar las formaciones del enemigo justo antes de llegar al cuerpo a cuerpo que, en este caso sí, los romanos resolvían empleando básicamente espada y un gran escudo. Este cambio en la forma de combatir impulsó la espada como arma ofensiva principal dentro de la panoplia del legionario, superando así su papel de arma secundaria en tiempos de la infantería romana hoplítica.

En próximas publicaciones seguiremos indagando acerca de la evolución de la espada dentro del mundo militar romano, intentando comprobar si ese papel destacado dentro del equipamiento militar del legionario seguirá vigente o se verá transformado con el paso del tiempo.

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Félix Antonio Jaime Sánchez.

 

Bibliografía consultada:

Revistas:

– González Román, C. “Guerra y sociedad entre los etruscos”, Veleia, Revista de prehistoria, historia antigua, arqueología y filología clásicas, n.º 17 (2000), págs. 37-50

 

Quesada Sanz, F., “¿Qué hay en un nombre? La cuestión del gladius hispaniensis” Boletín de la Asociación Española de Amigos de la Arqueología, 37 (1997) págs. 41-58

 

– Sierra Estornés, D., “Las legiones romanas de época monárquica y republicana: un ejército armado por el estado”, Antesteria, n.º 1 (2012), págs. 483-495.

 

Libros

– Quesada Sanz, F, Armas de Grecia y Roma. Madrid, La esfera de los libros, 2008, 407 págs.

 

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