Hace muchos siglos, no era fácil tener una espada, y mucho menos aún tener una espada de calidad, forjada por manos diestras, templada y revenida, lista para el combate. Por eso los padres dejaban como legado a sus hijos la espada familiar, para que ellos la guardaran como un tesoro y la usaran cuando vieran que su vida estaba en peligro o, en siglos posteriores, como un bonito ornato que dejara mostrar a los demás el abolengo familiar.

LA GUARNICIÓN, UNA PARTE FUNDAMENTAL DE LA ESPADA

Hace muchos siglos, no era fácil tener una espada, y mucho menos aún tener una espada de calidad, forjada por manos diestras, templada y revenida, lista para el combate. Por eso los padres dejaban como legado a sus hijos la espada familiar, para que ellos la guardaran como un tesoro y la usaran cuando vieran que su vida estaba en peligro o, en siglos posteriores, como un bonito ornato que dejara mostrar a los demás el abolengo familiar.

Pero el concepto de espada no es el que nosotros tenemos en este momento, sino lo que nosotros conocemos como la hoja, sin la guarnición. A la hoja con la guarnición se le denominaba como espada guarnecida, mientras que la denominación simple de espada se usaba para referirse a la hoja desnuda. El oficio que hoy conocemos como guarnicionero para denominar al que trabaja el cuero, antes se utilizaba para referirse al artesano que realizaba la guarnición de las espadas, frente al maestro espadero que forjaba las hojas y en cuyos talleres también había artesanos guarnicioneros.

¿QUÉ ES LA GUARNICIÓN DE UNA ESPADA?

Entendemos como guarnición de la espada, en sentido negativo, todo lo que no es la hoja, es decir, la parte de la espada que tiene como función el agarre de la espada para su uso y, por tanto, la protección de la mano.

Debemos entender, entonces, que juntamente a la evolución del uso de la espada en el combate y del esgrima, la guarnición ha evolucionado a la par. Desde la pequeña protección de las espadas cortas antiguas hasta las complejas guarniciones de roperas y espadines, pasando por los rectos arriaces medievales.

Sus partes fundamentales son el pomo, el puño o empuñadura y la guarnición propiamente dicha, formando parte de ésta guardamanos, arriaces, guardapolvo, patillas, ricazzo, pitones,… todo dependiendo de su complejidad.

COMPOSICIÓN DE UNA GUARNICIÓN

Nótese cómo la denominación de empuñadura y guarnición a veces se usa indistintamente, dependiendo de los autores. Nosotros preferimos ésta, dividiendo a la guarnición en tres partes: pomo, puño o empuñadura y guarnición propiamente dicha.

El pomo es la parte situada en el extremo con una doble función. Estructuralmente es la pieza que sirve para ajustar toda la estructura de la espada, ya que es donde se ajusta la espiga que, forjada de la misma hoja, atraviesa toda la guarnición aportando robustez a la empuñadura. Esta fijación se hacía remachando la espiga sobrante, pero desde que el siglo XIX se ha utilizado la rosca, que es mucho más útil para desmontar, sobre todo en caso de necesitar reparación, sin necesidad de ir consumiendo la espiga.

Además cumple una función esencial aportando equilibrio al peso de la hoja, esencial para las sensaciones del combatiente a la hora de manejar el arma.

El puño se realiza de madera con un orificio interior para que lo atraviese la espiga. Posteriormente se forra, con pieles o alambres de hierro. Cuando estos alambres se  trenzaban se denominan torzal, y era habitual la combinaciones del torzal con el alambre liso, o en espadines posteriores y sables militares, combinarlos con pieles de diferente origen, algunos muy exóticos.

Algunas espadas se montan con cachas, dejando la hoja ancha hasta el pomo (que solía desaparecer) y con un acabado en madera vista, a veces forrada con piel.

La guarnición es la parte que tiene como función la protección de la mano, evitando cortes o estocadas, muy habituales en el choque de las hojas. Su estructura fue muy diferente a lo largo de los siglos, siendo la parte que visiblemente más ha evolucionado. Son muchas las partes que la componen, siendo las más importantes:

  • Arriaz, o cruz: varillas perpendiculares a la hoja que servían para parar la hoja del contrincante cuando se deslizaba por la propia.
  • Gavilanes: cuando las guarniciones se complicaron, se denominaban así  cada una de las varillas que cubrían la mano.
  • Guardamanos: varilla que cubría el puño hasta el pomo.
  • Patillas: dos pequeños gavilanes que salían del arriaz hacia la hoja, paralelas a ella, formando el recazo. Si eran perpendiculares, se conocían como pitones.

La guarnición más elaborada es la de las espadas roperas, que basaban su defensa en tazas, conchas y lazos, incluso mezclando estos elementos, cubriendo completamente la mano de puntadas, tan habituales en este tipo de combate.

¿CON QUÉ MATERIALES SE ELABORABAN LAS GUARNICIONES DE LAS ESPADAS?

Aunque para la guarnición siempre se ha utilizado, como material de base, el hierro, no podemos pasar por alto la existencia de espadas antiguas que han utilizado el bronce por ser el material conocido de ese momento. O cuando una espada no se ha concebido como un arma de combate, sino como un elemento de ornato (véanse los sables militares de gala o espadines de protocolo)

El deseo de enriquecer las espadas ha llevado a sus propietarios ha adornarlas con todo tipo de materiales, especialmente los más lujosos, como marfil, oro, plata, o incrustaciones de piedras preciosas y ataujías.

La evolución de la guarnición ha sido constante con el paso de los siglos en su necesidad, como hemos comentado, de adaptarse al uso del arma y la forma de combatir. Por eso los guarnicioneros tenían trabajo: los herederos de una hoja de calidad querían adaptarla a los gustos de su época, y para eso no dudaban en recortar las hojas, forjar nuevas espigas, adaptarlas, … buscando el mejor resultado, una espada bien guarnecida, digna de un caballero con casta.

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