La daga de vela es otro de los productos que podréis conocer de primera mano durante los días 8 y 9 de Octubre en FARCAMA 2021.
Esta daga forma parte de una tipología dentro de un grupo más amplio de dagas conocido con el nombre de mano izquierda. Esta espada tiene su origen hacia mediados del siglo XVI y su nombre hace referencia a que estaban destinadas únicamente para ser utilizadas con esta mano y como complemento de la espada.
Su función era básicamente de ayuda: los orificios y el dentado de la cazoleta respondían a nuevas técnicas de esgrima, que consistían no sólo en parar el golpe, sino también en bloquear la espada entre el dentado y, con un preciso movimiento del brazo, retorcer y romper la punta adversaria.
La verdadera expansión de las dagas de vela tuvo lugar a partir del primer tercio del siglo XVII, cuando se creó en España una versión propia de este tipo de dagas dotadas del peculiar guardamanos que les dio nombre. Y es que, el origen de su denominación surge de esta parte de la espada, similar a una vela marina triangular.
El guardamanos de las dagas de vela supuso un avance notable en lo referente a la protección de la mano, ya que hasta ese momento las dagas sólo contaban con una cruceta similar a la de sus hermanas mayores para detener los tajos del enemigo, así como para impedir que la mano se escurriese hacia la hoja al clavar.
Los dibujos y diseño de las dagas siempre están en suite con la espada, a la que acompañan incluso cuando el uso de la daga ha sido superado con la eficaz esgrima de las espadas de taza con hoja de verduguillo. Las dagas de vela suelen presentar también el rompepuntas o doblez que envuelve los bordes del guardamano, cuya función es idéntica que la de la espada. Las dagas, como las espadas, sólo en contados casos poseen marcas en la guarnición, estando situadas entonces, casi siempre en la cruz, en lugares próximos al puño.
En lo que respecta a las vainas, las de las dagas de vela eran de cuero o iban provistas de brocal y contera metálicos. Solían ir fijadas a la espalda, inclinadas hacia el lado izquierdo a fin de facilitar el desenfunde con la mano de ese lado, o en el costado derecho, en posición casi horizontal para el mismo fin. Como se puede suponer, los acabados de las mismas eran acordes a la categoría del arma.
El fin de la daga de vela llegó cuando apareció la espada ropera a principios del siglo XVIII, cuando se extendió un tipo de esgrima diferente, basado en armas mucho más ligeras que permitían moverse de forma más rápida que con las larguísimas roperas españolas, dotadas de hojas de más de un metro de longitud.