En la antropología de la guerra, se estudia la Edad Media como la época en la que las estrategias militares giraban en torno a las fortalezas -generalmente castillos-, como punto de inflexión en una batalla o guerra. Por ello, las armas de asedio adquirieron mucha relevancia en esta época. En este artículo, te hablamos de las cuatro más usadas.

En la antropología de la guerra, se estudia la Edad Media como la época en la que las estrategias militares giraban en torno a las fortalezas -generalmente castillos-, como punto de inflexión en una batalla o guerra. Por ello, las armas de asedio adquirieron mucha relevancia en esta época. En este artículo, te hablamos de las cuatro más usadas.

La importancia de las armas de asedio en la Edad Media

La fortaleza era la garantía de la defensa de un territorio. Por ello, proliferaron un gran número de castillos y edificaciones defensivas en esta época. A su vez, las armas de asedio se convirtieron en pieza fundamental de cualquier ejército. Se trata de inventos de épocas pretéritas (la mayoría eran usados por civilizaciones como la persa, la griega o la romana) que llegaron a evolucionar hasta convertirse en máquinas sofisticadas. Solían basarse en tres principios: torsión, tensión y contrapeso.

Ariete

Este es un caso de máquina de asedio usado desde la antigüedad, cuando consistía de un simple tronco de árbol que se golpeaba contra la edificación a invadir. En la Edad Media, el tipo más común consistía en una caseta que contenía un ariete pendular. 

El tejado de dicha caseta servía de protección para los soldados que portaban la máquina hasta la muralla. Se solía cubrir de cueros húmedos para evitar que los arqueros enemigos pudieran incendiarlo desde la muralla a derribar. 

Catapulta

También es otro ejemplo de máquina de asedio usada desde tiempos inmemorables y de la que se pueden diferenciar varias tipologías. En la Edad Media, las más populares eran el onagro y el trabuco.

El onagro podía alcanzar la muralla desde distancias de hasta 800 metros. Contaba con un marco de madera que funcionaba como tope del brazo que, a su vez, contaba con una bolsa de piel colocada en su extremo -algunas versiones sustituían la bolsa por una madera en forma de cuchara- y donde se colocaban las piedras a lanzar. Usando un mecanismo de torsión, las cuerdas tenían función de muelle. Se bajaba el brazo y salía disparado al liberarlo.

El trabuco tenía un tamaño muy superior. Consistía de una viga grande de madera que estaba sujeta a un armazón. El eje estaba en la parte superior de este y servía de puente de apoyo de la viga. 

Del brazo corto de la viga se colgaba el contrapeso y del largo una honda que unía a la viga con la bolsa donde se colocaba la piedra. 

Ballesta de torno

El mecanismo de funcionamiento era idéntico a una ballesta normal, pero con la particularidad de que era mucha más grande: solía medir más de un metro de largo y contaba con una base que hacía de tope para controlar el retroceso del disparo. Las flechas que se lanzaban pesaban más de medio kilo y alcanzaban 400 metros de distancia.

Se dieron varias modalidades de esta arma, algunas superponiendo varias flechas para lanzarlas al mismo tiempo.

Torre de asedio

Eran grandes torreones de madera con varios pisos conectados por una escalera interior. Su objetivo era transportar soldados desde el suelo a las almenas de la muralla enemiga. En su base tenía ruedas gigantes para poder transportarla y solían usarse bueyes o caballos para tirar de ella.  

Además, contaba con una ariete en el piso de abajo para combinar las funcionalidades de ambas armas. Eran muy costosas de construir y se usaban, por lo general, como último recurso en una invasión.

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